La educación espírita comienza en el hogar. En las familias espíritas es deber de los padres iniciar a los hijos en los principios doctrinarios desde temprano. La falta de comprensión de la doctrina hace que ciertas personas piensen que los niños no deben preocuparse con el asunto.
Estas personas se olvidan de que sus hijos necesitan de orientación espiritual y que esta orientación será tanto más eficiente cuanto más temprano les fuere dado. Kardec, en un trecho de la Revista Espírita, cuenta como en Francia, en su tiempo, la educación espírita en el hogar comenzaba a producir maravillosos efectos.
Será preciso no olvidar que los niños son espíritus reencarnados, espíritus adultos que se visten, como enseña Kardec: «con el ropaje de la inocencia» para volver a la Tierra e iniciar una vida nueva. Los espíritus que se reencarnan en familias espíritas llegan a este medio para recibir desde temprano el auxilio que necesitan. Los padres que, con el pretexto de respetar la libertad de escogencia de quien aún no puede escoger, o de no forzar a los hijos a tomar un rumbo seguro en la vida, dejan de iniciar a los hijos en el Espiritismo, estarán faltando con sus deberes más graves.
Enseñar a los niños el principio de la reencarnación, la ley de causas y efectos, la presencia del ángel-guardián en sus vidas, la comunicabilidad de los espíritus y así por delante, es un deber inalienable de los padres. Pensar que esto puede asustar a los niños es crear temores innecesarios e ignorar que los niños ya traen consigo el germen de estos conocimientos y también que están más próximos del mundo espiritual que los adultos. Descuidar la educación espírita de los hijos será negarles la verdad.
El mayor patrimonio que los padres podrán legar a los hijos es el conocimiento de una doctrina que les garantizará la tranquilidad y la orientación cierta en el futuro. Los padres que temen dar educación espírita a los niños no tienen una noción exacta del Espiritismo y por esto mismo no confían en el valor de la doctrina que abrazan. ¿Por qué razón los católicos y los protestantes pueden enseñar a sus hijos que existe el infierno y el diablo, que la condena eterna los amenaza y que el ángel de la guardia puede protegerlos, y el espírita no puede enseñar principios mucho más consoladores y racionales? Si el miedo al diablo y al infierno no
traumatiza a los niños de las religiones formalistas, ¿por qué razón la enseñanza de que no existe el infierno ni tampoco existe el diablo los asustará?
No habrá lógica ninguna en esta actitud que es consecuencia apenas de preconceptos aún no superados por los padres, en la educación errónea que recibieran cuando eran niños. Los niños de hoy están preparados para enfrentar la realidad del nuevo mundo que está naciendo.
Este nuevo mundo tiene por cimientos los fundamentos del Espiritismo, porque los principios de la doctrina están siendo confirmados día a día por las Ciencias. La mente humana se abre en este siglo para el conocimiento racional de los problemas espirituales.
Llegó el momento del Consolador prometido por Cristo. Los padres espíritas precisan comprender esto e iniciar sin temor a sus hijos en la doctrina que les garantizará tranquilidad y confianza en la vida nueva que inician. La mejor manera de desenvolver la educación espírita en el hogar sería organizar fiestas dominicales con oraciones, recitaciones infantiles de tema evangélico, explicación de las parábolas, canciones espíritas y juegos recreativos, que ayuden a despertar la creatividad de los niños. El Espiritismo es alegría, espontaneidad, sociabilidad.
Estas fiestas preparan al espíritu del niño para el aprendizaje en las aulas de los Centros y para las aulas de Espiritismo en la escuela. Esconder a los niños de hoy la verdad espírita sería cometer un verdadero crimen contra su progreso espiritual y para su integración en la cultura espírita del nuevo mundo que está naciendo. Que los padres espíritas no se hurten a este deber. La educación en el hogar será la base de todo el proceso posterior de educación escolar y de educación social, que los adolescentes y los jóvenes irán a enfrentar en la vida.
No importa que algunos espíritas metidos a sabihondos combatan la educación espírita.
Dios los perdonará, porque ellos no saben lo que hacen. Lo que importa es que los padres se enterasen de sus responsabilidades personales, que no pueden transferir a ninguno, y traten de cumplirlas. Si fueren realmente espíritas, los padres sabrían cuanto el Espiritismo les ha valido en la vida. ¿Qué derecho tendrán para negar a los hijos el conocimiento de esta doctrina que tanto bien les hace? ¿Querrán que sus hijos se extravíen en el materialismo y en la irresponsabilidad que desgracia a tantos jóvenes de hoy?
J. Herculano Pires
Extraído del libro «Educación Espirita»
MariCarmen. (s. f.). Educación en el hogar | La weblog Espirita de Mari. http://www.akardec.com/?p=121218