En todas las civilizaciones, el culto a los habitantes del mundo espiritual aparece como antorcha encendida de sublime esperanza.
Un rápido examen de las costumbres y tradiciones de todos los remanentes de la vida primitiva, entre los salvajes de la actualidad, nos pondrá en conocimiento de que las más rudimentarias organizaciones humanas conservan en el intercambio con los «muertos», sus nociones elementales de fe religiosa.
Apariciones y voces, fenómenos y revelaciones del mundo espiritual jalonan la marcha de las tribus y poblaciones de los orígenes.
En Egipto los asuntos relacionados con la muerte, asumen especial importancia para la civilización. Anubis, el dios de los sarcófagos, era el guardián de las sombras y presidía el viaje de las almas al juicio que merecían en el Más Allá.
En la China multimilenaria, los antepasados viven en los fundamentos de la fe. En todas las circunstancias de la vida, los Espíritus de los antecesores son consultados por los descendientes y se les ofrenda oraciones y promesas, flores y sacrificios.
En la India encuentran en los «rackchasas», Espíritus maléficos que habitan en los sepulcros, a los portadores invisibles de molestias y aflicciones.
Los griegos creían estar rodeados por entidades a las que llamaban «demonios» o familiares intangibles, que los inspiraban en la ejecución de sus tareas habituales.
En Roma, los Espíritus amistosos reciben culto constante en la intimidad doméstica, donde son considerados divinidades menores. Para la antigua comunidad latina, las almas bien intencionadas que habían trazado en la Tierra las huellas de la sabiduría y la virtud eran los «dioses lares», con posibilidades de auxiliar ampliamente, mientras que los fantasmas de las criaturas perversas eran conocidos habitualmente como «larvas», cuya aproximación causaba sinsabores y enfermedades.
Los hechiceros de los grupos primitivos eran sustituidos por magos en las civilizaciones retrógradas y su poder imperaba por sobre la espada de los guerreros y la corona de los príncipes.
Además en todos los acontecimientos religiosos que precedieron la venida de Cristo, la manifestación de los espíritus liberados de los lazos fisiológicos o el fenómeno espirita, está presente como vívido resplandor de la verdad, orientando los sucesos y guiando las supremas realizaciones del esfuerzo colectivo.
A pesar de ello, con la supervisión de Jesús, la marcha de la espiritualidad adquiere en la Tierra nuevas características.
El es el que disciplina los sentimientos, el gran constructor de la legitima Humanidad.
Durante trescientos años los discípulos del Señor sufren, luchan, sueñan y mueren para ofrendar al mundo la doctrina de luz y amor, con plena victoria sobre la muerte; pero la política del Imperio Romano restringió, por diez y seis siglos consecutivos, el movimiento liberador.
No obstante, los siglos representan en la eternidad escasos minutos y, sucediendo a las sombras de la gran noche, el evangelismo puro surge nuevamente.
Cristianismo – doctrina de Cristo…
Espiritismo – doctrina de los Espíritus…
Retorna la influencia del Maestro sobre la inmensa colectividad humana, constituida por mentes de infinitas graduaciones.
Hombres por hombres, inteligencias por inteligencias, incurriríamos tal vez en el peligro de comprometer el progreso del mundo; aislados en nuestros puntos de vista y en nuestras deficientes concepciones, pero regidos por la Infinita Sabiduría, nos encaminaremos hacia la perfección espiritual, a fin de que un día despojados definitivamente de las escamas educativas de la carne, podamos comprender las excelsas palabras de la advertencia celeste:
«Vosotros sois dioses»…