¿Debe conmemorarse la Semana Santa – (La Pascua)? ¿Qué tipo de celebración, evento u homenaje está permitido en las instituciones espiritas? ¿ Como visualiza el Espiritismo el acontecimiento de la pasión, crucificación, muerte y resurrección de Jesús?
El Espiritismo no celebra la Semana Santa (Pascua) pero si respeta las manifestaciones religiosas de las diversas iglesias cristianas, y también no prohíbe que sus adeptos manifiesten su religiosidad. Semana Santa, o Pascua, simboliza la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud sufrida durante siglos en Egipto, pero en el Cristianismo conmemora la resurrección de Cristo, que se dio en la Pascua judaica del año 33 de nuestra era, y celebra la continuidad de la vida. El Espiritismo, sin embargo siendo una Doctrina Cristiana, entiende de forma diferente algunas de las enseñanzas de las Iglesias Cristianas. En la cuestión de la resurrección, para los espiritas, Jesús se apareció a María de Magdala y a los discípulos, con su cuerpo espiritual, que llamamos el periespiritu. Entendemos que no hubo una resurrección corporal, física.
Jesús de Nazaret no precisó derogar las leyes naturales de nuestro mundo para afirmar su concepto de misionero. Su doctrina de amor y perdón es mucho mayor que cualquier milagro, hasta aun mismo que la resurrección. Esto no invalida la fiesta de Semana Santa, (Pascua) si la encaramos en su simbolismo. La Pascua Judaica puede ser interpretada como nuestra liberación de la ignorancia, de las maldades humanas, para el conocimiento, el comportamiento ético-moral. La travesía del Mar Rojo representa las dificultades para la transformación. La Pascua Cristiana, representa la victoria de la vida sobre la muerte, del sacrificio por la verdad y por el amor. Jesús de Nazaret demostró que se puede ejecutar a los hombres, pero no se consigue matar las grandes ideas renovadoras, los grandes ejemplos de amor al prójimo y de valorización de la vida.
Como la Pascua Cristiana representa la victoria de la vida sobre la muerte, queremos dejar firmado el concepto que aprendemos en el Espiritismo, que la vida solo puede ser definida por el amor, y el amor por la vida. Fue por eso que Jesús de Nazaret afirmó que vino al mundo para que tuviésemos vida en abundancia, esto es, llena de amor. En líneas generales, las instituciones espiritas no celebran la Pascua, ni programan situaciones específicas para “marcar” la fecha, como hacen las demás religiones o filosofías “cristianas”. El sentimiento de religiosidad que es particular de cada ser- Espíritus, todavía es, por la Doctrina Espirita, respetado, de modo que cualquier manifestación personal o, aun mismo colectiva, acerca de la Pascua no es prohibida, ni desaconsejada. Lo cierto es que la figura de Jesús asume posición privilegiada en el contexto espirita, diciéndose, inclusive, que la moral de Jesús sirve de base para la moral del Espiritismo.
Así, como las personas, en general, son recordadas, en nuestra cultura, por lo que hicieron y reverenciadas en las fechas principales de su existencia corpórea (nacimiento y muerte), es absolutamente común y verdadero acordarnos de las personas que nos son queridas o importantes en estas fechas. No ahí, francamente, ningún mal en eso. Pero, como el Espiritismo no tiene dogmas, sacramentos, ritos o liturgias, la forma de encarar la Pascua (o Navidad) de Jesús, asume una connotación bastante peculiar. Antes de mencionar la significación espirita de la Pascua, se hace necesario buscar, en la Historia de la Humanidad, las referencias del acontecimiento. La Pascua, primeramente, no es, de manera inicial, relacionada al martirio y sacrificio de Jesús. Véase, por ejemplo, en el Evangelio de Lucas (cap. 22 versículos 15 y 16), la mención, del propio Cristo, al viento: “He deseado ansiosamente comer con vosotros en esta Pascua, antes de Mi pasión. Porque os declaro que no volveré a comer, hasta que ella se cumpla en el Reino de Dios.”
Es Evidente, ahí, la referencia de que la Pascua ya era una “conmemoración”, en la época de Jesús, una fiesta cultural, y, por tanto, lo que hizo la iglesia fue “aprovecharse” del sentido de fiesta, para adaptarla, dándole un nuevo significado, asociándola a la “inmolación de Jesús, en el pos-juzgamiento, en la ejecución de la sentencia de Pilatos. Históricamente, la Pascua es la unión de dos festividades muy antiguas, comunes entre los pueblos primitivos, y alimentada por los judíos, a la época de Jesús. Se habla del “pesah”, una danza cultural, representando la vida de los pueblos nómadas, en una fase en la que la vinculación en la tierra (con la noción de propiedad) aún no era flagrante. También estaba asociado a la “fiesta de los panes”, un homenaje que los agricultores sedentarios hacían a las divinidades en razón del inicio de la época de la cosecha del trigo, agradeciendo a los Cielos, por la frondosa producción agrícola, de la cual se saciaban el hambre de sus familias, y propiciaban los cambios en los mercados de la Época. Ambas eran conmemoradas en el mes de Abril (nisán) y, a partir del evento bíblico denominado “éxodo” (huida del pueblo hebreo de Egipto), en torno al 1441 a. C, pasaron a ser reverenciadas juntas.
Es esta Pascua la que Cristo deseo conmemorar junto a sus seres más queridos, por ocasión de la última cena. Luego después de la celebración, fueron todos para Getsemaní, donde los discípulos invigilantes adormecieron, habiendo sido la escena del beso de traición y de la prisión del Nazareno Más hay otros elementos “evangélicos” que marcan la Pascua. Esto es porque las vinculaciones religiosas apuntan para la quinta o sexta feria santa, el sábado de aleluya y el domingo de pascua. Los primeros se relacionaban al “martirio”, al sufrimiento de Jesús- tan bien retratado en este último Película hollyodiano (La Pasión de Cristo, según Mel Gibson) -, y los últimos, la resurrección y ascensión de Jesús. En lo que concierne a la resurrección, podemos decir que la interpretación tradicional apunta para la posibilidad del mantenimiento de la estructura del cuerpo de Cristo, en el post-mortem, situación totalmente rechazada por la ciencia, en virtud del podrecimiento y deterioración del envoltorio físico.
Las Iglesias cristianas insisten en la hipótesis de Cristo haber “subido a los Cielos” en cuerpo y alma, y hará lo mismo en relación a todos los “elegidos” en el llamado “juicio final”. «. Es decir, personas que murieron a lo largo de los siglos, cuyos cuerpos han sido descompuestos y reaprovechados por la tierra, resurgirán, perfectos, reconstituyendo las estructuras orgánicas, en el día del juicio, donde Cristo, separa justos e impíos. La lógica y el buen sentido abominan tal teoría, por la imposibilidad física y por la injusticia moral, al final, con la ley de los renacimientos, se establece un criterio más justo para sólo para medir la competencia «» u «homologación» de todos los espíritus. Con “tantas oportunidades como sean necesarias”, en el “nacer de nuevo”, es posible progresar a todos.
Más, como explicar, entonces las “apariciones” de Jesús, en los cuarenta días póstumos, mencionadas por los religiosos en alusión a la Pascua? La fenomenología espirita (mediúmnica) apunta para las manifestaciones psíquicas descritas como medianidades. En alguna ocasiones, como la conversación con María de Magdala, que había ido hasta el sepulcro para depositar algunas flore y orar´, preguntando a Jesús – como si fuese el jardinero- después al ver la lápida removida, “para donde llevaron el cuerpo del Rabino”, podemos estar delante de la “materialización” esto es, la utilización de fluido ectoplasmico – de seres encarnados – para posibilitar que el Espíritu sea visto (por todos).
Igual circunstancia se da, también, en el coloquio de Tome con los demás discípulos, que ya habían “visto” , de que el sí creería si “colocase las manos en las llagas de Cristo”. Y esto, en verdad, por los relatos bíblicos, acontece. En otras situaciones, estamos delante de una u otra manifestación psíquica conocida, la mediúmnidad de videncia, cuando, por el uso de las facultades mediúmnicos, alguien puede ver a los Espíritus. La Pascua, en verdad, por la interpretación de las religiones y sectas tradicionales, se halla envuelta en una preocupante y negativo contexto de culpa. Al final, se cree que Jesús había padecido en razón de “nuestros” pecados, en una alusión fuera de lugar de que todo el sufrimiento de Jesús había sido realizado para “salvarnos” de nuestros propios errores, o de los errores cometidos por nuestros as centrales, en especial, los “bíblicos” Adán y Eva, en el Paraíso. La presencia del “cordero inmolado”, que cumple las profecías del Antiguo Testamento, como la persecución y violencia contra el “hijo de Dios”, este fragmento colocado en todas las iglesias, en los crucifijos y en los cuadros que relatan – en colores vivos – las fases de la vía sacra. Esta traducción judaico-cristiana de la “culpa” es la gran diferencia entre la Pascua tradicional y la Pascua espirita, es que esta última si existe. En verdad, los espiritas debemos reconocer la fecha de Pascua como la gran – y última lección – de Jesús que vence las iniquidades que retorna triunfante, que prosigue su cátedra pedagógica, para aseverar que, “permanecería eternamente con nosotros” en la dirección brujulear de nuestros pasos, ahora.
En estos días de fiestas materiales o de recuerdos del sufrimiento del Rabí, podemos encarar la Pascua como el momento de transformación, de evocación a la verdadera libertad, pues, una vez despojados del envoltorio corporal, pudo Jesús retornar al Plano Espiritual para, desde allá, continuar “coordinando” el proceso depurativo de nuestro orbe. Lejos de la remisión de la celebración de una fiesta pastoral o agrícola, o de la liberación de un pueblo oprimido, o de resurrección de Jesús, ella puede ser encarada por nosotros, espiritas, como la victoria real de la vida sobre la muerte, por la certeza de la inmortalidad y de la reencarnación, porque la vida, en esencia, solo puede ser conceptuada como el amor, calcado en los grandes ejemplos de la propia existencia de Jesús, de amor al prójimo y de la valorización de la propia vida. Así, cuando esta Semana Santa, estés al lado de tus seres más queridos, recuerda a Jesús para honrarlos con sus mejores ejemplos, que lo inmortalizan y que nos guían para, un día, también estar en la condición experimentada por él, como es la de “ser dioses”, “haciendo brillar nuestra luz”. Conmemoremos queridos amigos míos, “otra” Pascua. La Pascua, de nuestra transformación, rumbo a una vida plena.
Tomado del blog AKardec