Es natural que examines en el mundo los problemas del comportamiento.
Discernir lo cierto de lo errado.
Entender lo que beneficia y perjudica.
Y, en la medida que pudieres, es justo que procures erradicar con amor el mal que desfigure los dominios del bien, en forma similar al celo que pone el labrador cuando aparta la hierba invasora y dañina del cuerpo del árbol.
Entretanto, en cualquier actitud correctiva trata de que la compasión ilumine tu pensamiento, para que el ideal de justicia no quede aislado en tu corazón.
Recuerda los esfuerzos que desarrollas para que la bondad y la tolerancia no se aparten de tu vida y apréstate a auxiliar y entender en aras del bien.
Encontraste hermanos considerados delincuentes.
Imagina los procesos obsesivos que los habrá atormentado por largos lapsos hasta que quedaran envueltos en las sombras del desequilibrio.
Te enfrentaste con compañeros en actitud de rebeldía.
Medita en las prolongadas etapas de penurias y sufrimientos que atravesaran hasta agotar sus fuerzas, y que los impulsara a la indocilidad.
Seguiste la indeseable transformación de amigos que desertaran de nobles tareas a las que estaban dedicados.
Reflexiona unos instantes en los conflictos que sufrieran hasta que se produjo el fin de toda resistencia.
Sabes de personas queridas que se sumergen en la esclavitud de los tóxicos que devastan sus energías.
Piensa en las tentaciones que sorportaran durante horas interminables, antes de someterse bajo la dependencia de los agentes químicos de los que abusan sin ninguna señal de responsabilidad.
Estudia los padecimientos de los desesperados, de los tristes, de los enfermos sin esperanza, de los que bordean el suicidio y de los hermanos hospitalizados aquejados de indefinibles angustias, y has de comprender que la infinita bondad de Dios determina se designen jueces para que establezcan penas destinadas al rescate de nuestras culpas, así como suscita la formación de médicos para tratar las dolencias orgánicas, a fin de que la delincuencia y la enfermedad no destruyan la vida; más nos impele incesantemente a la fraternidad, para que ella oriente nuestros actos en la edificación de un futuro mejor bajo la égida del amor.
Libro Compañero/ Francisco Cándido Xavier/ Emmanuel.