Ten paciencia y aguarda el paso del tiempo.
¿La burla se ríe con irreverencia de tus propósitos y tus acciones?
Mantén la calma, y confía en el tiempo.
¿La intriga te roba los amigos que antes eran fieles, y sientes la soledad mientras ellos te rechazan?
Confía en Dios, y dales tiempo.
¿La envidia te persigue, arengando acusaciones que sabes injustas?
Resguardate en la oración, y deja que pase el tiempo.
¿El odio se levanta y cubre tu cielo claro con nubes sombrias y amenazantes?
Preservate en el trabajo, y apóyate en el tiempo.
¿La competencia infeliz te roba las oportunidades que considerabas amistosas?
No desistas, y entrega todo al tiempo.
¿Sientes que tus fuerzas se debilitan, mientras los nuevos dueños de la situación sonríen con el cuerpo joven, y te consideran superado?
Persevera con valor, y deja que los alcance el tiempo.
¿La traición pasó por la puerta de tus sentimientos y te dejó convaleciente?
Levantate, y concedele la bendición del tiempo.
¿Tus palabras amistosas fueron usadas en tu contra, y te sientes cansado para defenderte inútilmente?
Calla y deja que el tiempo actúe.
Aquellos a quienes ayudaste y diste tu amor, tus horas, tus esperanzas, ¿dicen que eres un fracasado?
Perdonalos, y entrégalos al tiempo.
El tiempo es de Dios.
Las acciones son de los hombres.
El tiempo corrige todas las tragedias y desaires que los hombres padecen.
El tiempo, en nombre de Dios, reverdece y llena de flores la tierra vencida por la tempestad.
Los que persiguen y son ingratos, aprenden con el tiempo que el mal es un dardo que se clava en las carnes del alma para dilacerarlarlas.
En ese incesante paso del tiempo, la sonrisa de la victoria se convierte en la máscara del dolor, y la amargura se transforma en esperanza.
El tiempo no exime a nadie de su inigualable tarea, mediante la cual coloca las cosas y los hombres en su debido lugar.
Cuando te ofendan, no reacciones, precipitado, con el padecimiento propio del que desea justicia inmediata.
Nunca te rebeles si no reconocen tus valores positivos y sólo te desprecian.
El tiempo rehace y altera el paisaje terrenal, pero también modifica los acontecimientos morales.
El tiempo demostró que el triunfo de Herodes, de Anás, Caifás y Pilatos contra Jesús fueron una ilusión pasajera.
Hoy, el vencido en la Cruz es el Vencedor, y nos enseña que sólo el amor, a través del tiempo, restablece la verdad y encamina todas las cosas hacia su justa meta.
Libro Momentos de Armonía/
Divaldo Franco
Espíritu Joanna de Ángelis.