Sin caridad no hay salvación



Origen de las ideas espiritistas modernas

abril 16, 2020
abril 16, 2020

A. K. ─ Esta pregunta, como usted dice, caballero, es importante bajo este punto de vista, aunque sea difícil admitir ─suponiendo ya que las ideas nacieron de una creencia anticipada─, que la imaginación haya podido producir todos los resultados materialmente observados. En efecto, si el Espiritismo estuviese fundado en la idea preconcebida de la existencia de los Espíritus, se podría, con alguna apariencia de razón, dudar de su realidad; porque si la causa es una quimera, también deben ser quimeras las consecuencias; pero las cosas no han pasado así.

»Observe usted, ante todo, que este proceder sería completamente ilógico; los Espíritus son una causa y no un efecto; cuando se nota un efecto, puede inquirirse su causa, pero no es natural imaginar una causa antes de haber visto los efectos, no se podía, pues, concebir la idea de los Espíritus, si no se hubiesen presentado ciertos efectos, que encontraban probable explicación en la existencia de seres invisibles. Pues bien, ni de este modo fue sugerido semejante pensamiento; es decir, que no fue una hipótesis imaginada para explicar ciertos fenómenos; la primera suposición que se hizo, fue la de que la causa era material. Así pues, lejos de haber sido los Espíritus una idea preconcebida, se partió del punto de vista materialista. Pero no siendo esto bastante para explicarlo todo, la observación, y sólo la observación, condujo a la causa espiritual. Hablo de las ideas espiritistas modernas; porque ya sabemos que esta creencia es tan antigua como el mundo. He aquí la marcha de las cosas.

»Se produjeron ciertos fenómenos espontáneos tales como ruidos extraños, golpes, movimientos de objetos, etcétera; sin causa ostensible conocida, fenómenos que pudieron ser reproducidos bajo la influencia de ciertas personas. Hasta entonces nada autorizaba a buscar otra causa que la acción de un fluido magnético o de otra naturaleza, cuyas propiedades nos eran desconocidas. Pero no se tardó en reconocer en los ruidos y movimientos un carácter intencional e inteligente, de donde se dedujo, según tengo dicho, que: si todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente tiene una causa inteligente. Esta inteligencia no podía residir en el objeto mismo; porque la materia no es inteligente. ¿Era reflejo de la persona o personas presentes? Al principio, como también tengo dicho, se pensó así; sólo la experiencia podía decidir; y la experiencia ha demostrado con pruebas irrecusables, y en no pocas ocasiones, la completa independencia de esta inteligencia. Era, pues, independiente del objeto y de la persona. ¿Quién era? Ella misma respondió; declaró pertenecer al orden de seres incorpóreos designados con el nombre de Espíritus. La idea de los Espíritus no ha preexistido pues, no ha sido consecutiva tampoco; en una palabra, no ha salido del cerebro: ha sido dada por los mismos Espíritus, y ellos son los que nos han enseñado todo lo que después sobre ellos hemos sabido.

»Revelada la existencia de los Espíritus y establecidos los medios de comunicación, se pudieron tener conversaciones continuadas y reseñas sobre la naturaleza de aquellos seres; las condiciones de su existencia y su misión en el mundo visible. Si de este modo pudieran ser interrogados los seres del mundo de los infinitamente pequeños, ¡qué de cosas curiosas no se sabrían acerca de ellos! »Supongamos que antes del descubrimiento de América, hubiese existido un hilo eléctrico a través del Atlántico, y que en el extremo correspondiente a Europa se hubiesen notado señales inteligentes, ¿no se hubiese deducido que en el otro extremo existían seres inteligentes que procuraban comunicarse? Se les hubiera preguntado entonces y ellos hubieran respondido adquiriéndose de tal modo la certeza, el conocimiento de sus costumbres, de sus hábitos y de su manera de ser, sin nunca haberlos visto. Otro tanto ha sucedido con las relaciones del mundo invisible: las manifestaciones materiales han sido como señales, como advertencias que nos han manifestado comunicaciones más regulares y más seguidas. Y, cosa notable, a medida que hemos tenido a nuestro alcance medios más fáciles de comunicación, los Espíritus abandonan los primitivos, insuficientes e incómodos, como el mudo que recobra la palabra renuncia al lenguaje de los signos. »¿Quiénes eran los habitantes de ese mundo?

¿Eran seres excepcionales, fuera de la humanidad? ¿Buenos o malos? También la experiencia se encargó de resolver estas cuestiones; pero hasta que numerosas observaciones hicieron luz sobre este asunto, estuvo abierto el campo de las conjeturas y de los sistemas, y bien sabe Dios que no faltaron. Unos vieron Espíritus superiores en todos, otros sólo demonios. Por sus palabras y por sus actos podía juzgárseles. Supongamos que de los habitantes transatlánticos desconocidos de los que hemos hablado, hubiesen dicho los unos muy buenas cosas, al paso que otros se hubiesen hecho notar por el cinismo de su lenguaje. Hubiéramos deducido sin duda que los había entre ellos buenos y malos. Esto es lo que ha sucedido con los Espíritus, reconociéndose entre los mismos todos los grados de bondad y de maldad; de ignorancia y de ciencia. Instruidos acerca de los defectos y excelencias de aquéllos, tocaba a nosotros separar lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso en las relaciones que con ellos antuviésemos, lo mismo que hacemos con los hombres.

»No sólo nos ha esclarecido la observación sobre las cualidades de los espíritus, sino que también sobre su naturaleza y sobre lo que pudiéramos llamar su estado fisiológico. Súpose por ellos mismos que unos eran muy venturosos y muy desgraciados otros; que no son excepcionales, ni de distinta naturaleza, sino que son las mismas almas de los que han vivido en la Tierra, en la que dejaron su envoltura corporal; que pueblan los espacios, nos rodean e incesantemente se codean con nosotros, y entre ellos, pudo cada uno reconocer por señales incontestables a sus parientes, amigos y conocidos de la Tierra. Se les pudo seguir en todas las fases de su existencia de ultratumba, desde el instante en que abandonaban el cuerpo, y observar su situación según su género de muerte y el modo como habían vivido en la Tierra.

Se supo por fin que no eran seres abstractos, inmateriales en el sentido absoluto de la palabra: que tienen una envoltura a la que damos el nombre de periespíritu, especie de cuerpo fluídico, vaporoso, diáfano, invisible en estado normal, pero que, en ciertos casos y por una especie de densación o disposición molecular, pueden hacerse visibles y hasta tangibles momentáneamente, y así se explicó el fenómeno de las apariciones y de los contactos. Esta envoltura existe durante la vida del cuerpo: es el lazo entre el Espíritu y la materia; muerto el cuerpo, el alma o el Espíritu, que es lo mismo, no se despoja más que de la envoltura grosera, conservando la otra como cuando nos quitamos una pieza sobrepuesta para conservar la interior, como el germen del fruto se despoja de la envoltura cortical, conservando únicamente el perispermo.

Esta envoltura semimaterial del Espíritu es el agente de los diferentes fenómenos, por cuyo medio manifiestan su presencia. Tal es, caballero, en pocas palabras, la historia del Espiritismo. Ya ve usted, y mejor lo reconocerá cuando lo estudie a fondo, que todo es en él resultado de la observación y no de un sistema preconcebido.

Del Libro: ¿Qué es el Espiritismo?
Por Allan Kardec
Cap 1 – Pag. 87

Doctrina Espírita

Ya no soy yo quien vive, si no que es Cristo quien vive en mi.

— Pablo Apostol

¿Que te pareció?

Esto puede interesarte:

Vivencia

Vivencia

Habitualmente, perdemos tiempo, en disgusto inútil, cuando nos hallamos en antagonismo con alguien o viceversa.Entretando, veamos:los demás piensan según se imaginan;hablan de lo mejor les parece; hacen lo que les venga a los deseos;abrazan lo que les...

Read More

Sigue y Confía

Sigue y Confía

¿Cuantas veces las ocurrencias calamitosas te inducen a esmorecer en la jornada del Bien? En muchas ocasiones, tiemblas al frente de los acontecimientos infelices que se te figuran conjugados para substraerte la fe y arrojarte a la extenuación. ¡Entretanto, en el...

Read More

Invitación a la Calma

Invitación a la Calma

La espina de los celos la vence; el estilete de la ira la dilacera; el ácido de la envidia la corroe; los vapores del odio la enloquecen; la agresión de la calumnia la despedaza; la maledicencia la perturba; el marco de la sospecha la inquieta; el petardo de la...

Read More

Suscribe

Suscribe para recibir en tu correo noticias sobre el movimiento Espírita de la CEKO

Espiritismo en México