Podemos situar la idea del surgimiento del hogar en los tiempos remotos, cuando no existía aún el concepto de familia como lo conocemos actualmente. En el periodo del matriarcado –primer sistema de parentesco que surgió en el estadio primitivo de la Humanidad– no era posible saber quién era el padre de la prole, pues los seres tribales vivían en promiscuidad. Pero ya, en aquel entonces, se formó la costumbre de las reuniones periódicas en torno de las hogueras para que los más viejos, de manera espontánea e informal, pudieran trasmitir sus conocimientos y la cultura a los más jóvenes.
Esa costumbre se perpetuó en el tiempo y, aún hoy, en algunas regiones los más viejos se sientan con los más jóvenes en algunas noches para narrar cuentos antiguos, transmitidos de generación a generación.
Con el surgimiento posterior del patriarcado –sistema que surgió en un estadio posterior de evolución de la Humanidad, en el que el padre comenzó a regir los destinos de los que pasaron a estar a su cargo–, las familias comenzaron a formarse y el hogar (fuego) fue llevado dentro de la casa para calentarla en invierno y era en torno de él donde los familiares se reunían para sus conversaciones. Con el paso del tiempo, la familia desarrolló la costumbre de reunirse en torno a la mesa para disfrutar durante la comida o la cena, de momentos importantes para para la convivencia y el intercambio de experiencias entre sus miembros.