¿Cuantas veces las ocurrencias calamitosas te inducen a esmorecer en la jornada del Bien?
En muchas ocasiones, tiemblas al frente de los acontecimientos infelices que se te figuran conjugados para substraerte la fe y arrojarte a la extenuación.
¡Entretanto, en el auge de las lágrimas, he que el socorro de Dios te surge como luz en las tinieblas!
Conserva encendida la lámpara de tu fe y sigue adelante, clareando el camino.
Recuerda los hermanos de la senda, para muchos de los cuales un rayo de luz es un tesoro de los Cielos.
En la Tierra, por mucho tiempo aún, el ventarrón de la adversidad soplará, bajo las nubes de la prueba, asumiendo formas diversas… Vendrá en los días grises de la enfermedad, en las horas vacías cuando los entes más queridos te releguen a solas, en las expresiones agresivas de aquellos que aún no se armonizan con tus ideales, en la carencia afectiva de los momentos de soledad, en el congelamiento indefinido de tus más bellos sueños o en la pérdida de criaturas amadas que te anteceden en el más Allá o que se apartan de tu senda para lanzarse en los precipicios de la aventura, en la condición de vivos- muertos.
Aún así, sigue siempre y no temas.
Cuando los obstáculos se te hicieren tan grandes al frente, cual si el Cielo te hubiese olvidado, guárdate en la confianza, porque todo ápice de sufrimiento significa que el socorro está a camino.
«TRABAJA Y PROSIGUE ADELANTE, PORQUE LA BENDICIÓN DE DIOS TE ESPERA EN CADA AMANECER».
Espíritu Meimei
Libro Palabras del corazón
Francisco Cándido Xavier