La espina de los celos la vence; el estilete de la ira la dilacera; el ácido de la envidia la corroe; los vapores del odio la enloquecen; la agresión de la calumnia la despedaza; la maledicencia la perturba; el marco de la sospecha la inquieta; el petardo de la censura la hiere; las negras tintas del pesimismo la tiznan, si el cristiano decidido no resuelve mantenerla a cualquier precio.
No importa que exudes; angustiado, en un casi colapso periférico o te sientas con la pulsación alterada o aunque sufras el vestigio de la amargura en los labios.
Es imprescindible que no tomes actitudes precipitadas, ni conclusiones repentinas, ni desesperaciones injustificables.
No nos referimos a la posición inerme, a la apariencia, pues el pantano que parece tranquilo; es un abismo y también reducto de miasmas y muere traicionera.
Hacemos alusión a un espíritu confiante sujeto a las directrices del Cristo, sin recelos íntimos, ni ambiciones externas, equilibrado por la reflexión y probo por la ponderación.
Calma significa seguridad en la fe, traduciendo certezas, sobre la Justicia Divina.
Ante el dominador negligente que se lavaba las manos con relación a Su Vida, Jesús se convirtió en un símbolo de calma integral y de la absoluta convicción de la victoria de la verdad.
Por lo tanto, cultiva los sentimientos y los propósitos edificantes.
Notarás sorprendido que las actitudes de los malos no te alcanzarán, facultándote mediante el poder de la calma, no resistir al mal que te quieran hacer conforme nos enseñó el Señor, porque, la integridad de la fe exteriorizada en esa calma, te dará la fuerza para vencer tus propias limitaciones y para proseguir decido en cualquier circunstancia
Libro: Invitaciones de la Vida
Divaldo Franco
Espíritu Joanna de Angelis