De vez en cuando, surgen grupos religiosos que preconizan el absoluto retiro de las luchas humanas para dedicarse a los servicios de la oración.
Entre tanto, en ese particular, el Maestro es siempre la fuente de las enseñanzas vivas. El trabajo y la oración son dos características de su actividad divina.
Jesús nunca se encerró a distancia de las criaturas humanas con el fin de permanecer en contemplación absoluta de los cuadros divinos que le iluminaban el corazón, más también cultivó la plegaria en su elevación celestial.
Despedida la multitud, terminado el esfuerzo diario, establecía la pausa necesaria para meditar, aparte, comulgando con el Padre, en la oración solitaria y sublime.
Si alguien permanece en la Tierra, con el objetivo de alcanzar un punto más elevado en las expresiones evolutivas, por el trabajo que fue convocado a hacer. Y, por la oración, el hombre recibe de Dios el auxilio indispensable para la santificacion de la tarea.
Esfuerzo y oración se complementan y forman un todo en la actividad espiritual.
La persona que sólo trabajase, sin método y sin descanso, acabaría desesperada, con horrible sequedad en el corazón; aquella que apenas se mantuviese en genuflexión, estaría amenazada de sucumbir a la parálisis y la ociosidad.
La oración ilumina el trabajo, y la acción es como un libro de luz en la vida espiritualizada.
Ciuda de tus deberes porque para eso permaneces en el mundo, pero nunca te olvides de ese monte, localizado en tus sentimientos más nobles, a fin de que ores «aparte», recordando al Señor.
Libro Camino Verdad y Vida
Francisco Cándido Xavier
Espíritu Emmanuel